El carnaval es una festividad donde se combinan algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle, su característica es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol. Las teorías que explican el origen del Carnaval son muy diversas y se originan en la más remota antigüedad.
Hace más de 5000 años, los sumerios se reunían con los rostros enmascarados y los cuerpos pintados para espantar a los demonios de la mala cosecha. En el antiguo Egipto, los participantes usaban máscaras y disfraces como símbolo de la “igualdad social” ficticia, pues los ricos se disfrazaban de pobres y estos de ricos. Estas celebraciones continuaron en Grecia y en el Imperio Romano con las mismas premisas del disfraz y las máscaras como elementos de transfiguración, rompiendo con las jerarquías que devienen de las clases sociales y división de castas. Los cantos y bailes rituales formaban también parte de estas festividades. Los griegos festejaban con grandiosidad la celebración del regreso de la primavera, que simboliza el Renacer de la Naturaleza con las bacanales en honor a Baco, también conocido con el nombre de Dioniso, el dios del vino; las saturnales romanas se celebraban en diciembre en honor a Saturno, dios de la siembra y la cosecha con el trastrueque de amos y esclavos, con su “inversión del mundo”. Era costumbre que los pobres pasearan en una carreta transformada en un barco, para imitar a los ricos que si podían viajar a lugares exóticos y distantes. Sobre esos carros se realizaban representaciones teatrales y se bailaban todo tipo de danzas, los cantores y bailarines arrojaban al público flores, agua perfumada e imitaciones de monedas; como si fueran potentados. Se vestía a un prisionero con ropas reales, lo sentaban en el trono del rey y le permitían proceder como quisiera, comer, beber y yacer con las concubinas del rey.
Las fiestas dionisíacas no sólo establecían un pacto entre los hombres, también reconciliaban al ser humano con la naturaleza. Todas las delimitaciones que se habían establecido desaparecían, el esclavo era hombre libre, el noble y el de humilde cuna se unían para formar los mismos coros báquicos.
Las propiciaciones mágicas juegan un papel preponderante en este tipo de celebraciones, se despliega en estos casos el ritual público de magia homeopática basada en el principio de que “lo igual atrae a lo semejante”. Así, los banquetes suculentos auguran una despensa provista para el año; repetidas borracheras prometen raudales de rica bebida; la danza saltarina influye sobre el desarrollo de los sembrados; el alarde de las demostraciones de fuerza y destreza procura guerreros invencibles; las risas sembradas se traducirán en horas dichosas; el derroche de bienes, de energías, de tiempo, preservará de la estrechez, de la debilidad, de la indigencia.
En el carnaval subsisten varios componentes típicos de esas ceremonias agrarias relativas al “espíritu de la vegetación”, se festeja con hogueras y antorchas en ciertas regiones de Europa que se interpretan como un medio al mismo tiempo profiláctico y fecundante de la tierra, cuya fertilidad se estimula. El agua y las aspersiones en general con sustancias equivalentes, como semillas, harina, almidón, el “confetti” o papel picado actual, reconocen su remoto origen en tantas manifestaciones, extendidas por el mundo, que implican un propósito purificatorio y fecundante como el arroz que los amigos hacen llover sobre las parejas de recién casados, con reminiscencia de las nueces, avellanas, higos y dátiles que caían sobre la desposada romana, cuando llegaba junto al hogar de su nueva casa en brazos de su esposo.
La máscara, encierra un gran cúmulo de elementos, identifica al ser humano con la divinidad, incluso se vincula su uso con el culto a los muertos. El propósito es el de fortalecer la caducidad humana con representaciones simbólicas de la eternidad. La frialdad de la muerte se contrapone con el desenfreno de la conducta, afirmación rotunda de vida.
Quien personificaba al dios debía sucumbir en determinadas circunstancias a fin de que los intervinientes se contaminaran del espíritu divino, de la fuerza creadora, y la comunidad adquiriera nuevo vigor y vida renovada. Logrado este impulso, la penuria cotidiana y la existencia rutinaria pueden ser afrontadas con bríos enardecidos y corazón confiado.
Como vemos, celebraciones como la del Carnaval, estaban asociadas desde antiguo a fenómenos astronómicos y a los ciclos naturales. En el tiempo de Carnaval, se vive un retorno al Caos primigenio y reina una “anarquía ritual” en la que el hombre se vuelve a fusionar con las fuerzas primitivas de las que procede. No es, seguramente, por azar que la festividad del caos, del disfraz, del descontrol y la simulación, se celebre en el mes de Piscis, que es el tiempo previo al Ingreso del Sol en Aries, la llegada de la primavera al hemisferio Norte.